"Merlot" En Vaso

Una poca de vino, servido en la vulgaridad de un vaso.

Ha sido un día de aquellos, encerrado en mis quehaceres académicos, con tiempo apenas de compartir, por esa maldita costumbre mía de procrastinar todo.

Un vaso de vino bien saboreado, con gusto a recuerdo, paladeado y sentido, con aroma a relajo, a olvido.

Es tarde para variar, y todos se han ido ya, acompañado por nadie en la conocida soledad.

Esta fecha es especialmente ganosa de olvido, como una prostituta sin dinero, que busca a su primer cliente.
Tres años consecutivos crucé la frontera hacia el amanecer, con el hombre aquel.

Ahora se ha ido solo, y yo en cambio me quedo, como el niño que espera su padre que promete volver, que fue a comprar cigarrillos a la esquina, que perdió pie, tropezó en el olvido, en la nada, en el no retorno.

Me embriago, oh si, esta noche dominguera, porque quiero olvidar (olvidarte), porque quiero jugar con ese retorcijón de tripas, con esa falsedad de rostro iluminado, creer que no extraño tu abrazo, iluminar mi fealdad con la ternura de un abrazo imaginario.

Doy vueltas en torno a la mesa buscado la botella que anestesie el dolor, ese jugo sanguinoliento y amargo, que me regale esperanza estúpida y falsa, pero esperanza al fin.

Vomitaré en mi almohada mis recuerdos de ti, el olor de tu cuerpo sobre el mío. Aullaré a la noche con gemidos de placer imaginario, y cantaré con tu voz el hilo de tu historia y la mía.

Con un vaso de vino tinto, la realidad se vuelve difusa, te imagino regresando, te imagino llorando, te imagino feliz en algún rincón santiaguino, abrazado a otro cuerpo, a otros sueños...

Infantil y amargado rehuyo del reloj y sus brazos, asesinos de pureza, de mis sueños. Declaro asesino al tiempo y sus horas, a su pesadumbre que acaba lento con mi mortalidad famélica.

Me lamento. Y como dice, oh mi amada Teresa; "Ella es eterna y yo triste, y triste somos aquellos que no hemos nacido de los dioses"*




(*) Teresa Wilms Montt. Lo que no se ha dicho. Londres.