viernes, 25 de septiembre de 2009

Madrugada

Debería decir que lo siento..
Debería pedir disculpas a mi conciencia y a la tuya,
y recoger los trozos de sensatez que dejamos en aquel parque.

En este momento, cuando han pasado la frustración y la rabia, no se me ocurre otra cosa que pensar en el por qué de las cosas. De pensar por ejemplo, en las flores y regalos. De sentir por ejemplo, que el amor me abandona, y me deja vencido, llorando como un niño.

En vela como estoy, no encuentro paz en mi conciencia, y el sueño se aleja una vez más, arrastrando cadenas y tambores. Escribo sin pensar, dejando a mis manos recorrer las teclas al compás del silencio. Y mis ojos culpables, celebran la cogoja de mi alma con desconsiderada elocuencia.

Mi mente busca trabajosa, la metáfora perfecta. Aquella capaz de librar la batalla de mis conceptos, esa que sabe dulce en la amargura del momento, esa que salva... la que consuela.

¡Infeliz la hora en que me despierta la noche, y me deja trabado sobre un mar de emociones tardías! ¡Infeliz el pasillo de mi corazón abierto, que desgarra de angustia mi agitado pecho!

... ...

Que se vaya la poesía, ligera y humilde. Que se calme su voz tronadora, y me deje simplemente. Con la voz temblorosa de un hombre, que con su miedo se aleja sangrante, por el sendero que lleva al olvido.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Partes y Fragmentos


Apartar de mí el deseo de continuar, de seguir aferrado a la promesa de algún mendigo. O la voz de aquellos que dicen amarme. Quiero; víboras del bosque, que su abrazo frío y mortal, renueve mis entrañas suspirantes, quiero con ustedes retornar al verde silencio. Tronar las palabras multiuso sobre escarchadas y pacientes rocas. Almacenar los puños en bolsillos vacíos, esperando la llegada del sueño blanco, del invierno aberrante y lejano. Cubierto de verde y coronado de ortigas, un amasijo de emoción llorosa, una esperanza de roble ya olvidada.

.o.

...Y recorro descalzo por la senda que dibuja la prescencia del dios. Tánatos, querido amante de las no caricias, que con calma despides a los fieles afortunados con tu don de sueño eterno. ¿Cuántos caminos más andaré?, ¿Cuantas tardes soportaré el juego de tu esquivo y celoso hermano? Desgraciado de mi. ¿Soy acaso a tu moral Desgraciado?
Llévame tranquilo en tu barca que remonta los vientos, hacia la nocturna presecencia de los sueños. Regalame por fin el único don verdadero, promesa de los épicos heroes de antaño, regalame mi dios amado, con la eterna quietud de la tumba.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Party Monster


Party Monster. Una fiesta de Blondie como pocas hay, se convierte de pronto en una especie de relajo bizarro dentro del caos familiar de la ciudad. Símbolo de lo extraño, o de lo grotesco, donde un disfraz intenta expresar lo que la naturaleza moral impide. El agobio del desorden citadino, el desdén, la apatía. Mucho tiempo ha pasado desde aquella vez, pero los recuerdos son claros. ¿Que es lo que habita en aquellas almas? El desespero, la emoción de ser otro por unas horas, de compartir con otros la aventura de un encuentro limitado. Sedientos del extasis musical, de burlarnos una vez más de las vicisitudes y desgracias acumuladas durante días. Acudimos sabiendo que terminará, bailamos sabiendo que el sol nos apuntará otra vez con su luz acusadora, e intentamos volver a la norma cobijados por la Luna. Más alegres y despejados, borrachos de energía, incluso de paz.
Momentos que imposibles de omitir, se van guardando en mi memoria, como si fuera un regalo del agotador camino, una pausa, un respiro.

Saber que puedes ser lo que quieras una noche,
y darte cuenta de que no estas solo.

(Saludos especiales a mi compañera de tantos momentos inolvidables. N.T.P.)

domingo, 6 de septiembre de 2009

Humo



Y me conversa la pena disfrazada de angustia; y aunque la alegría me busca, huyo veloz a la nocturna presencia del llanto. Pudiera ser que entre mis anhelos la poesía se escribe con justa melancolía; pudiera ser que entre los círculos más osados del tiempo, no me llevo bien con la sonrisa franca.
Y me quedo dormido, meditando sobre un altar olvidado, que proscribe oratorias amargas.
Y me confiezo golpeado, manoseado y fecundo de solemnes castigos y dolores sangrantes.
Amargado. Taciturno y apático... extrañado de mi.
Socavado por la pasión de las letras tatuadas bajo el sol del crepúsculo.