miércoles, 6 de junio de 2012

Resolución

Están así, helados mis dedos y tiesos del hambre. De calor, de compañía, de una abrazo hermanado, de un te quiero, de un cuerpo a mi lado. El frío atraviesa mi cuerpo como viento de mares sombríos, como si fuera una bandera olvidada en algún iceberg al fin del mundo.

No tengo penas que guardar, porque mi cofre rebalsa de ellas, no tengo nada mucho que decir si de tanto en tanto mi boca traicionera vomita mis sentires airosos, no tengo mucho que escribir y sin embargo escribo, porque de alguna forma que desconozco, en algún sentido sarcástico resulta que me conforta, que satisface mis deseos íntimos, que calma mi mente agobiada.

 Resulta de todo esto, que mi vino se colapsa en mis venas, resulta que me cago de frío en la mesa de mi hogar silente, y entre sombras y cigarrillos escurren mis palabras en este teclado inerte. Porque muerto esta todo aquí a mi alrededor, porque muerto está mi vaso sangrando en mi boca ansiosa, porque muerto está el reloj agonizando en su llanto constante, en sus lágrimas que anuncian el paso del tiempo.

 Y si fuera que no hay mañana, tuviera que decir algunas cosas. Tuviera yo que decir por ejemplo, que me enamoro fácilmente de ese amar olvidado, de esa forma tan ridiculizada, de ese Romeo y sus palabras tan bien puestas, de ese minito rico de mente incierta, de ese amor tan amante que de amante tiene poco, de esa música vibrante que revuela mis sentidos, de los bosques y la muerte. Si, de la muerte bella, de esa que siembra vida, de esa que encuentras en cada esquina y el mundo rehuye intentando olvidar.

Ya no sé lo que digo.

Mi mente parece enfriarse a ratos entre pausa y pausa, me traiciona la vista en la penumbra y el sueño me tira fuerte. Ya no sé lo que digo y entre lo dicho no sé lo que dije, pero vuelvo a ruedo y pienso sin culpa, que mi corazón ha dicho lo que quiso, que mis manos han escrito lo que quise.

 J*