El sol emerge de las montañas alejando a la bruma... Es un día de verano que comienza,
un calor burbujeante se acerca.
Se han acabado los trabajos, las reuniones a la sombra de los edificios,
las caminatas al parque durante el descanso.
Se han tomado una pausa nuestras avezadas mentes, y las grises construcciones santiaguinas,
cual punteros de reloj, marcan la llegada del receso y del calor.
Ocupado en mi labor de ocio, se cansa mi alma del mismo aire.
Se cansa mi cuerpo de estar cansado.
Y aparecen entonces mis preguntas y dudas. Y mi mente trabaja cual rumiante tejedora,
en la mas inmensa urdimbre de cristales ensoñados. Confundido por el calor, me embarco en aventuras imaginarias, y escapo hacia la espesura de un bosque lejano...
(respiro)
Robles y Boldos me saludan al pasar, y parece que el sendero se alarga con cada paso.
El viento sopla entre los troncos vestidos de hiedra, y me trae el sonido del agua clara y fresca.
Corro. En mi pecho inflamado aletean sedientas golondrinas, y busco entre el follaje la humedad del río, la corriente refrescante que regala la montaña.
Y me pierdo en la espesura, en la oscuridad del bosque.
Hasta despertar cansado, en el ocio de mi mente.
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